Editorial
Un vuelo hacia la historia
Dr. Carlos Acosta
Revista Argentina de Cirugía Plástica 2024;(01):0090-0091
Los autores declaran no poseer conflictos de intereses.
Fuente de información Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora. Para solicitudes de reimpresión a Revista Argentina de Cirugía Plástica hacer click aquí.
Recibido | Aceptado | Publicado 2024-03-29
La azafata da la bienvenida a bordo y anuncia la partida del vuelo 1512 de Aerolíneas Argentinas con destino a la ciudad de Bariloche. Es miércoles 22 de Noviembre de 2023. Afuera de la cabina, una mañana celeste de sol mediterráneo y abajo, en la pista, dos operarios con sus auriculares puestos hacen las señas al comandante para dar salida al avión. Adentro, el sonido espeso de los motores, el “clack” repetido de los portamaletas, los pasajeros terminan de acomodarse en sus asientos y la camarera que pasa observando los cinturones de seguridad. Todo igual. La voz del piloto ordena “al personal de cabina ocupar sus lugares para el despegue”; el cosquilleo en el estómago y la presión contra el respaldo cuando apura el carreteo para elevar la trompa del Boeing. En el vuelo viajan colegas y amigos, algunos desde hace muchos años. En el preembarque nos dimos un abrazo con Aldo Mottura. Es primavera y volamos hacia el 53° Congreso Argentino de Cirugía Plástica. Todo igual. O casi igual.
Año 1971. Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires. Un flamante turborreactor BAC 111 recién incorporado por Austral Líneas Aéreas está en la cabecera de pista a punto de despegar. Su destino es Bariloche, también la mañana es diáfana a fines de la primavera. Entre los pasajeros veo algunos rostros conocidos que saludo con respeto, a otros no me atrevo porque no me conocen, aunque yo sí, sé quiénes son y los admiro.
Desde el año anterior, junio de 1970, me encontraba viviendo en Buenos Aires. Recién casado, había llegado desde Córdoba, para aprender la especialidad en el Servicio de Cirugía Plástica del Ramos Mejía, la Sala 21. Malbec dejó en ese tiempo de concurrir al hospital, debido a su jubilación, y mi guía y maestro era Jorge Quaife, con quien trabajé varios años. A Malbec lo veía operar en el Sanatorio Otamendi y en los intervalos, entre cirugías, disfrutábamos de sus anécdotas y enseñanzas, desde la triste historia de “Orejitas” hasta la mejor forma de cocinar un puchero, acompañado con “pirón”, un complemento a base de tapioca y caldo. Al año siguiente pude ingresar también al Instituto del Quemado.
Menciono esta actividad en mi formación porque Quaife fue, durante ese año de 1970, el Presidente de la SACPER y recibí su “orden” de que me hiciera miembro de la Sociedad. También, como no podría ser de otra manera, que concurriera al año siguiente a lo que sería el “1° Congreso Argentino de Cirugía Plástica” a realizarse en Bariloche, ya bajo la presidencia de Aníbal Tambella. No era el tiempo, todavía, de las Residencias Médicas, no por lo menos en Cirugía Plástica, tampoco en el Ramos Mejía. Éramos médicos “concurrentes” o pasantes en algunos casos, como los que venían de otros países por un tiempo más breve. Nuestras concurrencias duraban años, con todas las obligaciones y exigencias y estábamos muy orgullosos de ello. Si teníamos suerte, después de algún tiempo quedaba una vacante, se llamaba a concurso y podíamos acceder a un cargo rentado. Eso me ocurrió en el Instituto del Quemado.
Retengo aún imágenes del Primer Congreso, el hotel, la sala de conferencias…, y recuerdo a muchos de los disertantes y asistentes, entrañables maestros y amigos, a quienes sé que ya no los veré. Tal vez tenga la suerte, me digo mientras reclino el respaldo del asiento, de encontrarme con alguno que haya estado entonces, pasaron cincuenta y dos años. De los que me acuerdo que estuvieron, quedan vivos muy pocos, y esa reflexión me conmueve; el último en partir fue mi entrañable maestro y amigo Fortunato “Tito” Benaím. También pasan sin orden por mi memoria Arespacochaga, Arufe, Niklison, Erdulfo Appiani, Correa Iturraspe, Julián Fernández, Néstor Maquieira…, y tantos otros que seguramente enriquecieron con sus aportes y conocimiento aquel primer congreso argentino. Entre los más “jóvenes”, en aquel tiempo, y que recuerdo su presencia estaban Osvaldo Cudemo y Abel Chajchir. Del Ramos Mejía concurrieron Jorge Quaife, Alexis Perissé y Néstor Bravo, otros no pudieron viajar, como Eduardo Ribak y creo recordar, que tampoco Vieyra Urquiza quien era el Jefe del Sevicio en aquel entonces.
El relato central del Congreso era “Meloplastia y sus tres variantes”, de reciente publicación y autoría de Ernesto Malbec, “maestro” de la Cirugía Plástica. Por supuesto, era él quien daría el relato y estábamos todos muy expectantes.
Conviene recordar que el término acuñado en aquellos tiempos, cuando comenzaba a difundirse hasta convertirse en una cirugía de las más frecuentes en la actividad, era el de “meloplastia” o “ritidoplastia”. No era habitual, todavía, el anglicismo de “lifting”, con el que se universalizó después. Sin dudas fue Malbec uno de los que ordenó y normatizó el procedimiento en esta parte del continente y que tuvo reconocimiento en el mundo de la cirugía plástica.
– “No viene Malbec…” Fue el comentario desde las primeras horas.
El rumor, que corrió con cierto grado de preocupación por una presunta enfermedad del maestro, resultó cierto y fue la ausencia más notable y lamentada del congreso, pero felizmente resultó nada más que, creo recordar, un cuadro gripal. El que lo anunció fue Jorge Quaife, quien dijo también que don Ernesto envió a su discípulo y ayudante durante muchos años, Claris Scoczdopole, que traía las diapositivas y daría su esperada conferencia magistral. Claris, a quién apodábamos “el griego”, se desempeñó después durante muchos años en el Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Posadas.
Miro las nubes y se me ocurre que estas imágenes, episodios que trae la memoria y pasan sin orden, son también así de etéreas e inaprensibles y también se pierden en el tiempo. Tal vez me encuentre en el congreso con alguno de los que estuvimos hace 52 años en el mismo lugar de la Patagonia y en esta misma época, para rememorar algunos momentos compartidos.
También nuestros congresos nos brindan esas satisfacciones.
Ocurren cosas (y ocurrieron entonces) que no se pueden escribir y menos mencionar a quienes fueron sus protagonistas. Situaciones que fueron, y solo para contarse entre amigos. Esto pasó con un colega que no era de la especialidad y se anunciaba en un diario de mucha tirada. El aviso estaba en la página de la cartelera cinematográfica, el lugar más visto por los lectores.
Ofrecía estiramientos faciales, rinoplastias, rejuvenecimiento genital, tratamiento de la impotencia sexual y mejoramiento de la libido, entre otras prácticas. Si bien no lo conocíamos, alguno de los más jóvenes se enteró que estaba presente en aquel primer congreso y se había registrado con su nombre y apellido. El complot se armó con unos pocos concurrentes a servicios importantes de Plástica y se realizó bajo riguroso pacto de silencio.
No viene al caso entrar en pormenores, no sería apropiado para esta publicación y tampoco conozco los detalles, pero lo cierto es que se trató de hacerle llegar un “presente” y en poco tiempo se armaron de las cintas y el papel de regalo. Envolvieron el “obsequio” y lo hicieron llegar a la recepción del Hotel para que le fuera entregado al citado personaje. El texto de la tarjeta era de agradecimiento por sus servicios y firmaba un ex paciente. Ignoro que sucedió después. Seguramente ni los mismos autores, que creyeron con esa ofensa ser reivindicadores de la ética profesional, supieron que ocurrió en la intimidad de la habitación cuando el “homenajeado” abrió el paquete.
Me doy cuenta que esbozo una sonrisa y un gesto de rechazo a la vez, como de asco. Sucedió hace más de cincuenta años, se me ocurre que el delito o más bien la fechoría, ya prescribió, se extinguió, y que el tiempo transcurrido me libera del “secreto profesional”. Ojalá me encuentre con alguno de los que estuvieron en el primer congreso del 71 para reírnos juntos.
La voz del comandante anuncia que hemos iniciado el descenso hacia el aeropuerto internacional de San Carlos de Bariloche donde la temperatura es de 14°.
Llegamos al Hotel Panamericano con el tiempo justo para dejar el equipaje y bajar al salón principal donde empiezan a ingresar los participantes. Está por comenzar el acto de apertura. En los primeros asientos veo a Carlos Zaballa de Paraná, amigo de muchos años, otros están arribando. Nos saludamos y me señala una silla a su lado; se acerca Mira Blanco, de San Juan que se sienta con nosotros y a poco de iniciada la charla me entero que él, Mira Blanco, también estuvo en el primer congreso, hace 52 años. Después de compartir esa alegría y algunos recuerdos, tratamos durante las tres jornadas de encontrar algún otro participante de Bariloche 71. Conversamos con los miembros más antiguos que estaban presentes, pero no tuvimos la suerte de encontrarnos con otro de aquella época. Tal vez esta publicación sirva de llamado para el próximo congreso. Sería muy grato y tal vez las autoridades nos den, a los veteranos, un espacio para el anecdotario.
Mi agradecimiento a José Belmont, el editor de la revista, por su invitación y a quienes me permitieron compartir estos recuerdos y participar de esta tirada.
Dr. Carlos Acosta
Miembro Vitalicio de SACPER
Fundador y ex – Director del Instituto del Quemado de Córdoba
Fundador, Honorario y ex – Presidente de AAQ Asociación Argentina de Quemaduras
Fundador y ex – Presidente de FELAQ Federación Iberolatinoamericana de Quemaduras
Profesor en Medicina y Cirugía UNC
Cirujano Plástico
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